TRES DISCURSOS SILENCIOSOS.





Descontando extraversiones, pareciera que lo que más incomoda a un artista visual es la transformación de su obra en proposición linguistica. Y eso incluye a los que hacen del lenguaje un soporte inicial para el ulterior desarrollo de su trabajo, como a los que a partir de la “visualidad pura” intentan eludir el territorio verbal.

Le queda al espectador y al espectador crítico la tarea exegética que dé cuenta de un trabajo para instalarlo en una memoria cultural signada, como en nuestro caso, por la falta de memoria.

Pretendemos asumir la obra plástica de Nancy Gewolb a partir de su consideración como un discurso sustentado en un leit motiv fundante; este es el de la recuperación de una memoria, pensada inicialmente como personal, pero que finalmente se instala en un ámbito que incluye todo el espacio socio-cultural que implica/explica el trabajo de la artista.

Los ejes de tensión de su trabajo son, pues, memoria y olvido y esto se verifica tanto a nivel de sus proposiciones como de la materialidad que elige para poner en escena esas proposiciones.

Nancy Gewolb Urde un texto que pone en escena ejes tensionales que involucrarán necesariamente al espectador; lo solicita para que su trabajo logre sentido y la tensión se resuelva más allá del soporte de la obra misma.

La materialidad no pretende ser una cosmética, sino que su indiferenciación posibilita el acceso participativo del otro, del espectador. Se trata de una textilería que desilusiona, que da cuenta de su propia fragilidad y de lo precario de la memoria humana, base fundante de una nueva comprensión de todo texto cultural.

El trabajo de Nancy Gewolb resulta un continuum donde el grafismo final queda en manos del espectador, que recupera así la noción de rito ordenador y explicador del mundo.

Sus instalaciones intervienen el espacio dándole un sentido que en el mundo secular y profano tiende a extraviarse.

Sus tres últimos trabajos pueden ser leídos como estos “discursos silenciosos”, una textilería de materiales precarios, preñados de un sentido cultural que intenta ritualizar lo cotidiano.


En el año 1990, expone la instalación ENJUAGUE SUS MANOS en la Galería Casa Larga de Santiago de Chile. Inicia así, la serie de tres que completará con ENTREGUE LA OREJA (Goethe Institut, Santiago. Galería El Farol, Valparaíso 1992 Bonn-1993 New York); y DEJE UN DESEO (1992, Sala El Farol, Valparaíso; Museo Fader, Mendoza, Argentina).


La propuesta más que una invitación al espectador resulta una conminación para que éste haga suyo un cuestionario cultural que, a partir del lugar común de la materialidad y del lenguaje sea capaz de elaborar su propia proposición de arte y de vida.

Entregar la oreja, enjuagar las manos, dejar un deseo, son operaciones cotidianas que escenifican temores, miedos, ilusiones, ansias y sueños inscritos en el imaginario de una cultura.

Los materiales con que trabaja Nancy Gewolb son también hallados en el lugar común de los materiales de una cultura: desechos de tela, hilos, papeles, lavamanos en desuso, ayudan a conformar este discurso visual que resitúa a la memoria como entidad fundante.

Se trata de una obra proposicional que no da tregua a un espectador pensando no sólo como partícipe, sino como el último custodio del sentido.






EDUARDO CORREA OLMOS.
Profesor de Teoría de Arte-Estética.
Facultad de Arte. Universidad de Playa Ancha,
Valparaíso, Chile.