Los trabajos visuales de Nancy Gewölb

Ritos del Umbral.



El umbral* constituye aquel sitio real o no que da paso a alguien a algún lugar desconocido en una primera instancia. El umbral no tiene porqué ser necesariamente real, puede ser una pura virtualidad que nos pone en contacto con los primeros pasos de los ritos iniciáticos.

En su instalación N.G. ya no entrega órdenes como lo hiciera tantas veces, más bien acoge al visitante para darle a conocer su historia, que pueden ser también todas las historias, de todos aquellos mundos que entran en contacto con su creación.

La obra visual de N.G. constituye, en este sentido, una travesía que despoja a la creadora de fantasmas queridos y otros, no tanto. Se ubica en un plano dadivoso, donde entrega los elementos directamente relacionados con la propia biografía y los regala al espectador en la lucidez de una instalación.

Porque su obra visual cae muy pocas veces en lo comercializable. Lo que se intercambia aquí son miradas, guiños certeros, puntadas sin hilo y con hilo, que el que intente penetrar en su punto de vista tiene que aceptar y saber agradecer por ese preciado don que le ha sido concedido.

En ese sentido, su trabajo visual ha ido en la ruta de una travesía que no sólo cruza fronteras reales, aunque si se piensa bien toda frontera es una ficción y como tal es también ficcionalizable.

Una ficción que pareciera hacerse a partir de su antiguo trabajo con los onas. “…y los onas no navegaron nunca.” (Bienal Internacional de Arte, Valparaíso 1987.)

La artista es, en este sentido, una personificación de una nativa ona que sí sabe muy bien navegar en las distintas aguas que le ha presentado su vida creadora. Ona que entrega su oreja, que graba el sonido de su nombre, que cose y descose trapos que para muchos parecieran no tener sentido alguno, pero que para ella constituyen un verdadero tesoro que guarda en sus propias costas.

Y es a costa de ese sacrificio, que ocurre en forma conjunta con la travesía, que N.G. de pronto siente el cansancio de la acumulación y, como de un sombrero de copa, en este momento y en esta imagen genera otra idea que la lleva a proponer un sendero distinto en la travesía que tiene un rumbo cierto y seguro que es el arte, o mejor, su obra.

Nosotros, los que asistimos desde una también ficticia platea, vemos una precisa disposición de elementos que tienen una dirección. Vemos como se va entretejiendo una red de significaciones que da cuerpo a una instalación.

Y frente a la pregunta, ¿qué es una instalación?, la artista calla, duda, mira, y termina escribiendo algo que se aleja del academicismo anquilosado de los que ya creen saber de antemano la respuesta.

El artista ona navegante no tiene respuestas. Sólo preguntas y más preguntas que se acumulan muy al lado de cada uno de sus objetos, muy al lado de sus amigos y de sus alumnos que reciben estas dádivas, tantas veces, sin darse cuenta del sentido de lo que están recibiendo.

El artista ona navega y navega tratando de no varar en las playas de la certeza, porque en el arte toda certeza es también la pérdida del asombro y de la dicha creadora.

*Hay un texto, me parece que es de Foucault, donde se refiere a la obra de Raymond Roussell a partir de la noción de umbral y de traspasar el umbral. Este extraño personaje y poeta francés que estimula la creación duchampiana a partir de los objetos que se muestran en una de las pocas representaciones de sus Impresiones en Africa, pareciera ser la consciencia de aquellos que posteriormente revolucionarán todas las artes visuales del S XXLo.


Eduardo Correa Olmos
Valparaíso a finales del invierno del 2005