Ejercicios de memoria:
De la necesaria traslación de la obra (al espacio)




Qu'il est bon de flâner.




Empiezo con un ejercicio de memoria que atesoro desde hace 7 años, tiempo durante el cual siempre he estado prometiéndome escribir sobre él, pero que hasta ahora no había conseguido conciliar de manera justa el tiempo, la energía ni el valor necesario para hacerlo. Ocurrió en el año 2005 en Santiago de Chile, en el marco del concurso Artes y Letras cuando Nancy Gewölb se presentó, a través de invitaciones concursadas y ganó con su obra Recuperaciones. Y sorprendió, sobre todo por estar lejos de lo que se podría esperar del típico papel del artista, condicionado como ya sabemos por un aparataje cultural (muchas veces voraz, al menos en el circuito internacional) donde Nancy realizó valientemente el desprendimiento de su obra. Como si se trataran de capas y capas de su propio cuerpo que presentaba de manera expuesta para ser contemplados, y esta vez, para ser parte de las vidas de ese otro/a, que ingresaba al lugar y elegían llevarse algo de ella. Quizá se trataba de un anticipo de las performance que realizaría a día de hoy.

Desde la creación de un museo propio (ella misma y su cuerpo) que cuente una(s) historia(s) a través de las obras que esperan ser de(s)veladas, a través de albergar durante años y de contener “cien veces cien” dentro de sí misma. La memoria se hace presente a través del trabajo que ella realiza (muchas veces intuitivo, ahí radica su fuerza oculta) y del acto de no desprenderse de lo vivido hasta el final, cuando ya no se puede dejar de ser uno mismo/a y se incita al otro, al espectador, a desdoblarla continuamente, a tomar aquellos recuerdos materiales y hacerlos propios a través de las (micro)historias que cobran sentido para cada uno de ellos al momento de acercarse y abrir aquellos cajones que se encontraban allí, esperando ser abiertos –por quien quisiera ser parte de ello, no había lugar a dudas- a modo casi de una matrioska que esperaba ser descubierta en su totalidad. Tuve la suerte de estar allí y desvelar algunos de sus secretos. Recuperaciones, jugaba con el impulso del voyeur y el flâner que deambulaban por aquel espacio esperando su turno de poder acceder por los peldaños y llevarse un trozo de vida ajeno, para volverlo entonces suyo.

Nancy Gewölb, en esta obra proponía al igual que Marcel Broodthaers y que André Malraux, una nueva manera –y una nueva forma- de construir y hacer museo. Ya nos lo ha dicho J. Pastor Mellado al afirmar en Textos de Batalla, que “toda creación de un museo es también un acto político”. Y en este caso, aún más. Además de serlo en el sentido estricto de la definición, lo es también en el sentido de la tradición de la Historia (ésa que va con mayúscula, es canónica, tradicional y algo pesada, aunque a muchos no nos guste) del arte en Chile. Y también por ser una declaración casi de principios: ser fiel a sí misma. Aún no es fácil trabajar en estos formatos, aún cuando se piense que la instalación o intervenciones de espacio en este caso, así como la performance, hayan sido engullidas por el academicismo y sean ya objetos serios de estudio, esto en muchas ocasiones no se reconoce con el peso que realmente tiene. O incluso, más allá del que vemos que tienen. Se resisten y en ocasiones como ésta, lo consiguen.

El museo engulle y congela. Y ser reconocido/a en su trabajo también tiene su costo, pero Nancy revive en su arte y en sus objetos, a través de la performance y el happening en el que nos obligó -sin que casi nos diéramos cuenta- en su momento a cometer, primero al ingresar a aquel espacio, al provocarnos con esos objetos, al transformarnos como sujetos y hacernos ser parte también de su propuesta, ya que nos movía el deseo, el sentirnos atraídos hacia los objetos en cuestión expuestos… Con este acto, y tomando el término de Guidieri, Gewölb desperspectivizó las distancias, ésas a las que nos han acostumbrado las galerías, tanta feria y para qué decir, los museos de arte. Acortó las distancias digo, entre objeto, mirada, deseo y sujeto. Podían ser nuestras, podíamos tomarlas y llevárnoslas con nosotros. Podían ser tuyas. Y esta vez, no por medio de un canje o una transacción. Simplemente, por deseo y voluntad de cogerlo.

Hizo variar en el espectador las distancias, las subrayó al punto a de anularlas respecto de la obra y el sujeto. Estaban ahí. Bastaba con estirar la mano, escudriñar los cajones y llevarte lo que quisieras. Modificó con esto la percepción que se tiene habitualmente del objeto artístico.

Y se ampliaron los detalles, el todo de aquella instalación pasó a convertirse en muchas obras dentro de aquel cubo blanco de la galería, que retomaba a su vez, la fuerza como el gran contenedor de todo (que esta vez y con gran gusto lo digo, no alcanzó a enfriar nada).

Ni fotografía, ni invitación de la inauguración valen hoy para atestiguar que se estuvo ahí (para qué decir de algún relato, sobre todo en estos tiempos, donde ya se dice mucho de todo, todo el tiempo…) nada que no sea el objeto de aquella muestra nos da testimonio de haber asistido. Hoy, tener uno de esos fragmentos significa haber estado y participado de ello (no pude resistirme con una pequeña colección de todo cuanto pude, objetos que hoy atesoro y a los que de vez en cuando, vuelvo). Trascendieron el momento, se transformaron en una reliquia. El deseo que nos impulsó a tenerlos los ha transformado hoy por hoy en parte de nuestras historias. La obra ha crecido y se ha extendido más allá de los muros de aquella galería. Y continúa en ello, mudándose con quienes fuimos cómplices de aquella muestra.

Hoy, después de 5 años creo comprender a cabalidad Recuperaciones. Entiendo lo que significa y propone. También entiendo acerca de las cosas que silencia y prefiere omitir.







Marla Freire
Madrid, Agosto 2011.